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A donde van los escritos extraviados...

martes, 27 de abril de 2010

Reciclaje Emocional.

“… No te creas que no duele el amor hacia los demás, sabes que puedo rozarte cuando paso, puedo cruzarme en tu camino o cruzarme de brazos, puedo fingir tener el corazón de hielo; y no dejaré que rompas nada, pero clavas, clavas.
Puedo tocarte y salir corriendo, y fingir que no he visto quién eras y qué hacías, puedo pensar que estáis lo suficientemente ciegos para pensar que si me das la espalda, pronto te darás cuenta que existe algo peor; quien no juega a inventar, no juega a competir. Quien no compite no cae, quien no cae no aprenderá a vivir jamás, porque nadie sobrevive dos veces al mismo error…”

A Claire le gustaban los anuncios por palabras, los recortes de periódico gastados y amarillentos, le gustaba leer las columnas con los ojos tornados y las novelas a segunda entrega.
Le gustaba esa especie de depuración mental, esa especie de sentimientos que dejaban al fondo de las cosas en un contexto apartado, que predominaban de forma superlativa y casi, diríamos, insensible respecto al resto.

Y eso se todo lo que era, insensible hacia el amor de los demás, sin rozar, sin fingir tener un corazón, sin necesidad de una ceguera propia de Saramago, sin necesidad de abrir los labios para alzar la voz; mejor caer que seguir trepando por los hilos,

¿Y qué es lo peor que puede pasarle? Algo peor que el sinamor, algo peor que una muerte escrita en la pared, aquello que es muerte, amor, o las dos cosas,

Aquello que es frío que nace de la explosión de llamas en un leve espacio ventricular.
Allí donde se juntan todos los caminos, todas las vías de Santo Tomás, todos los reciclajes emocionales, todos los choques entre los x y los z.

Todo lo mueve el corazón, ese gran centro acorazado y débil, frío o pasional, clamoroso o callado, pero siempre ventrílocuo, el único capaz de de utilizar multilenguajes, capaz de hablar sin palabras, capaz de tal vez apuntar, dirigir sin símbolos ni esferas, ni números ni ejes cartesianos, capaz de comprenderlo todo sin entender ni una palabra.

Huir de él sería como intentar pegar las tildes en una onomatopeya de dolor. Hacia el resto, el fondo. El rasgo más superlativo e insensible de su propia existencia. Por eso Claire lo odiaba tanto. En el fondo el corazón solo era un manipulador más, poco diferente al resto de los fondos, sensibilizados y pasivos en un mismo tiempo.

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