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A donde van los escritos extraviados...

miércoles, 28 de abril de 2010

Así es como funciona

CUANDO LA FE SE TAMBALEA ENTRE CIELO E INFIERNO

Óscar Wilde decía que lo bueno de jugar con fuego es que aprendemos a no quemarnos, y está bien, de todas formas eso de jugar a la Alquimia sigue pareciéndome un tanto singular; como pensaba según una tal Mardy Bum; “sería como mirar al cañón de una pistola y que ésta disparara”

Hoy parece ser que Mardy Bum está argumentativa, y se dedica a pensar en Wilde. ¿Qué estará haciendo en estos momentos? Está bien, está muerto, ¿y qué? ¿Seguro? Al fin de al cabo alguien esperó hace unos cuantos siglos a que uno moviera una piedra y levantara las manos desde el otro lugar como si Mardy bum le apuntara con una pistola.

Así que sea como fuere, seguramente Wilde esté castigado y engullido por el Leviatán, de alguna forma le habrán quitado su Alquimia o posibilidad de saber, de jugar con fuego o como sea. Seguramente Dios le haya condenado por su mayor pecado homosexual y ahora vive trastornado en medio de un Harén por toda la eternidad.

Interesante forma de entender el mundo, ¿no creéis?

martes, 27 de abril de 2010

"Quiero uno nuevo con vistas al pasado"

Oh, no, no es una inmobiliaria futurista ni nada por el estilo, sólo es un grito en alza a las mentes bohemias. mmmm
¡Como si esto fuera poco!
¿Qué ha pasado con los románticos en todo este tiempo?

Etecé, preguntas sin respuesta, que las retóricas las responden los espontáneos.

Aquí dejo colgado el vídeo-trabajo-cosa pendiente que muchos de vosotros queréis ver por más que os diga que en este verano es posible que lo retoque (= mejorar, mejorar muchísimo)


Sí, hay partes basadas en la narración que he hecho este último tiempo.... aunque durante la grabación hubo de estar sometida a cambios.

Algún día subiré en guión íntegro original... Sinceramente ahora no me apetece buscar en cuáles de mis mil y un carpetas de creaciones excéntricas estará hoy (desorden).

Espero que disfrutéis de lo simple que es. =D


http://www.youtube.com/watch?v=XJsm4YUjcWU

En la Encrucijada.

Era como un sueño de Alicia. Y una partida de cartas en las ella que siempre perdía. En el fondo era una pequeña Alicia de lo real. Otra intransigencia infantil más. No hay país de las maravillas, no hay maravillas, ya ni siquiera hay un país. Ni el punto entre la realidad y la ficción, el punto de la coexistencia. Todos los caminos parecen estar colocados de forma paralela, pero todos pertenecen al antagonismo del sueño. Aunque todos se alzan yuxtapuestos. Era fácil coger el equivocado. Complicado volver hacia la encrucijada. Ese punto en el que a Claire no le valía con la inexistencia entre lo real y la ficción. Ese punto en el que Alicia podía ser su segundo grito al girarse bajo el llamamiento, el reconocimiento de la voz. Ir hacia delante o volver hacia atrás consistían el mismo error. Claire hizo noche en el frío de la inflexión. El cruce de caminos,

El único lugar en el que el tiempo jamás podría tocarla. Jamás podría alcanzarla. Jamás podría arañar su sueño de un país mejor. De un mundo mejor. En lo real o en la ficción. Porque todo resultaba posible en la encrucijada. El único lugar. La inexistencia, el vacío en el que todo puede cobrar forma y color. Pero esto solo parece ser real detrás de las vidrieras, detrás de la pequeña puerta de Alicia que conduce a la cuarta dimensión.

Si tuviera los ojos verdes habría visto el camino menos gris.

Claire se quedaría con la muerte dentro de cada una de sus células. No habría cielo estrellado, no habría sueño irreal con partidas de cartas ni realidades extraordinarias. Estaba en un lugar mundano y hostil. Un lugar de tránsito, un lugar para olvidar. Durmiendo bajo un cielo no azul, adormilado por la capa de smog. Hacía sentirse extranjera del propio yo. La industria al fondo. El armazón de chapas y tejados metálicos en un intento de árbol amoral. Bienvenida al futuro, Claire. Dime, ¿este es tu lugar?

Claire atisbaría ventana abajo, reprimiendo seguir el ángulo convexo, entretenido, de la lluvia ácida cayendo más allá del suelo. Aquel lugar de dudas era la ausencia de ganas y de miedo. Tenía que aprender a mirar más abajo del suelo y del smog al mismo tiempo. Sin desgastarse con la lluvia.

Dios no estaría allí si ella no lo veía. Él no estaría allí si ella no lo veía. Aquel idiota no estaría allí. Porque solo estaría en la billetera. Junto a la amargura y los besos. Y los recuerdos con sabor a helado, nata y chocolate. Sirope emocional. Aquello era demasiado pringoso. Empalagoso. Aquel manipulador corazón la fijaba los pies a la encrucijada con sirope de caramelo al suelo. Dulce que la impedía avanzar. Un caramelo amargo. Pero un caramelo.

Yo no estoy aquí si no me ves. Pero a veces no hace falta cerrar los ojos, ni ser víctima de Saramago, ni de la cordura. Solo tendría que rasgar el alma un poco más. O abrir las piernas.







Tenía que enamorarse cada día de su espejo. Y escuchar el minutero. Incansable, insondable. Muerte, muerte, siempre andas ahí. Siempre te encuentras calle abajo, al sur. Siempre vas, muerte, en busca de la nada. Nadando en el vino y en hedor.

Se conoce las caras. Son una y otra vez las mismas caras del sur de la ciudad. Desde la ventana no llega la brisa. Claire puede intuirlo. No puede verlo. Entonces no está ahí.

Cierra los ojos.

¿Está ahí? No puede verlo. No sabe si sigue ahí. Esos millones de gotas. Su alma definitivamente mira hacia el norte, pero sus pies, la llevan al Suroeste.

Ella sabe donde está lo que busca. En medio de una ciudad de ratas, las que muerden los pies cuando está dormida en la encrucijada. Las que no la dejan en paz. Las que no la dejarían morir tranquila entre las aceleradas diástoles y sístoles del pánico. Oscuridad, caras pútridas, y crueles desgarrando las vísceras espirituales de la mano de los catecismos, y calles de prófugos extranjeros en medio del camino, y ladrillos sueltos, y chicles sucios en el suelo, y ruidos, y gritos, y smog, y rutina.

Una muerte lenta y prematura. La condena. La inflexión. Los avisos del catecismo. El Bosco y su jardín ya no existen. El país de las maravillas se ha hundido en el smog. Ya no se puede ver.
No estará ahí si no lo ves.

Ahí donde están los golpes y el olor a ¿gasoil? No, súper. Al menos el mundo tiene algo de grandiosidad. Y ahí está la presencia del eco, desafiando las cuerdas vocales. Ahí está, la madera crujiendo, el smog quemándose en el aire.


No queda nada, ni siquiera al este. Por primera vez es tiempo muerto. El idiota también lo es.
El idiota también fue el primero.

Las marchas fúnebres que pasan por la encrucijada. Que joden el sirope emocional del resto de mortales. Claro que aquel idiota no estaría allí. Ni siquiera Dios podría hacerlo. Por lo tanto no estaría allí, nadie, con los ojos abiertos, o cerrados.

Claire no estaba allí. Había dejado de mirar. Ya no está allí si no la ves.
No la busques, no la quieras ver.

Porque acababa de partir el espejo en dos como una cuarta dimensión.

Las brechas en las aceras van de la rutina a la ruina, la imagen decrépita de la ciudad de Dios. Bienvenida al futuro, Claire. ¿Este es el lugar?

En cualquier calle, en cualquier camino. Después de morir, porque todo lo que necesita era estar viva.
Venderse hacia otro extranjero vacilante, la gusta, le gusta. La asusta, la duele, le asusta, le duele. Les encanta. Todo cae sobre aquello, solo quiere acariciar. Garras insaciables capaces de buscar y abastecerse, dispuestas a encontrar. Se buscan, se andan midiendo entre el smog. Entre los caminos. Claire ya no está ahí, ya no sabe donde está. A pesar del olor a sexo y desolación quiso quedarse. Quiso ahogarse. Solo en su cintura. Antes de venderse una vez más. Antes de marcharse.

Todo lo que tienes que hacer.

Y Claire miraba cuando a veces no merecía la pena, sabía guardar la ropa y nadar en la memoria; era entonces cuando aprendía a escoger las cosas maravillosas, hacer de ellas un cúmulo de trastos que no necesitaba y guardarlos todos ahí dentro, en el centro de los multilenguajes, la brújula sin aguja ni dirección, el ventrílocuo, el payaso idiota pero hábil. Allí donde las cosas empiezan a doler o a cobrar vida.


¿Está? No, no está. Oh, dónde estás. Ahora no tengo un lugar predilecto donde conservar la amargura. O sí. Creo que la dejé toda en la billetera la otra tarde. Los cafés apestan a Lores y carbón. Y a futuros poetas que no saben de qué va la vida.

Algo importante, las cosas importantes son de las que menos debes esperar. Las cosas pequeñas son lo único que puede mantenerte viva, Claire.
La suerte brillando al borde de una alcantarilla. Las caricias que solo puede darte el sol en un día de verano.
Los arañazos en los bardales, las caídas por las escaleras. El amor de un idiota. Los helados derretidos, el chocolate empastado. La nata empanturrada a lo largo de un plato. La lengua. El sabor. Gracias a Dios aún podemos sentir el chocolate y la nata. Y los helados. Y los besos de un idiota.

La luz del sol es importante, por eso se que no te hará falta. Todo lo que tienes que hacer es seguir las sombras.
Los placeres pequeños y habitualmente sombríos, apagados. Todo aquello que te parezca vano es algo que el destino escogió solo para ti. Los pequeños detalles. Las monedas de cinco centavos que encuentras por la calle. Los besos del idiota.

Nadie lo tendrá más que tú. Sólo tú podrás seguir las sombras y las pequeñas cosas, solo para ti, todo para ti. Especiales e insignificantes.

Porque la luz del sol lo eclipsa todo, no deja ver el fondo surrealista. No deja ver las sombras.
No deja ver lo bueno de las cosas malas.


Sigue las sombras, es todo lo que tienes que hacer.




Aquella carta era demasiado breve para explicar algo tan sencillo como ser feliz. Porque al fin de al cabo, según Claire, aquello no era importante. Pero lo dejó en la misma parte que la amargura, el tabaco y los besos. Lo ocultó todo entre los muros, entre el corazón. En su cartera y la foto doblada de alguien que sin saber por qué, nunca supo si fue importante o no, pero estaba ahí, entre la luz de los rayos del sol.

Reciclaje Emocional.

“… No te creas que no duele el amor hacia los demás, sabes que puedo rozarte cuando paso, puedo cruzarme en tu camino o cruzarme de brazos, puedo fingir tener el corazón de hielo; y no dejaré que rompas nada, pero clavas, clavas.
Puedo tocarte y salir corriendo, y fingir que no he visto quién eras y qué hacías, puedo pensar que estáis lo suficientemente ciegos para pensar que si me das la espalda, pronto te darás cuenta que existe algo peor; quien no juega a inventar, no juega a competir. Quien no compite no cae, quien no cae no aprenderá a vivir jamás, porque nadie sobrevive dos veces al mismo error…”

A Claire le gustaban los anuncios por palabras, los recortes de periódico gastados y amarillentos, le gustaba leer las columnas con los ojos tornados y las novelas a segunda entrega.
Le gustaba esa especie de depuración mental, esa especie de sentimientos que dejaban al fondo de las cosas en un contexto apartado, que predominaban de forma superlativa y casi, diríamos, insensible respecto al resto.

Y eso se todo lo que era, insensible hacia el amor de los demás, sin rozar, sin fingir tener un corazón, sin necesidad de una ceguera propia de Saramago, sin necesidad de abrir los labios para alzar la voz; mejor caer que seguir trepando por los hilos,

¿Y qué es lo peor que puede pasarle? Algo peor que el sinamor, algo peor que una muerte escrita en la pared, aquello que es muerte, amor, o las dos cosas,

Aquello que es frío que nace de la explosión de llamas en un leve espacio ventricular.
Allí donde se juntan todos los caminos, todas las vías de Santo Tomás, todos los reciclajes emocionales, todos los choques entre los x y los z.

Todo lo mueve el corazón, ese gran centro acorazado y débil, frío o pasional, clamoroso o callado, pero siempre ventrílocuo, el único capaz de de utilizar multilenguajes, capaz de hablar sin palabras, capaz de tal vez apuntar, dirigir sin símbolos ni esferas, ni números ni ejes cartesianos, capaz de comprenderlo todo sin entender ni una palabra.

Huir de él sería como intentar pegar las tildes en una onomatopeya de dolor. Hacia el resto, el fondo. El rasgo más superlativo e insensible de su propia existencia. Por eso Claire lo odiaba tanto. En el fondo el corazón solo era un manipulador más, poco diferente al resto de los fondos, sensibilizados y pasivos en un mismo tiempo.

Lobotomías Emocionales.

Claire ya no pensaría en su Vendetta, al menos por un tiempo. Oh, sí, sus últimos días estaban resultando ofuscados por la niebla y la psique, y está bien; aquel hombre había sido un psicópata de traje y corbata a lo Holmes, con una diestra capacidad de vaciar la mente como una pipa de opio.

Claire aguardaba al socaire de la fe de un tratamiento inepto a ojos de los más eruditos ilustrados.

Una fe que Claire había empezado a perder existencialmente desde sus encuentros con Nietzsche, Albert Camus y el doctor Holmes. Porque Nietzsche la provocaba una separación de hemisferios, una aglomeración masiva de décadas ominosas precipitándose al abismo del conocimiento, todas al unísono, con el mismo sonido sordo, ahogado en el silencio y retumbante de la muerte.

Respecto a Camus, ya estaba frío bajo la tierra.

Los viajeros de un tren llegarán a su destino, los muertos acabarán paseando hacia el camino de la noche, y Claire algún día caería – algún día, sí –, junto a todos ellos, todos un mismo final y principio, circulares, perfectos según la teoría helénica,

Sólo la bastaba de un vahído emocional, la última ligera recaída – como aquella tan dulce desde los quintos pisos –, aquel dolor amortiguado entre morfinas y Levetiracetam, aquella misantropía de quien se pasa años con las narices pilladas por un libro.

Nadie puede impedir sangrar al corazón – ni siquiera ese tal “Doc - tor” –, un aneurisma emocional, una lobotomía emocional,
Una decrépita maldad escondida ahí dentro, un plan de vendetta trazado sin escuadra.

Sí, aquel parecía un tipo recto y cuadriculado capaz de crear aneurismas ventriculares, capaz de dejar la psique a cuadros.

Sí, Claire estaba adolecida y débil. Al menos eso la dijeron.

Algún día despertaría. Y aquella frase, día a día resultaba ser el peor de los aneurismas, hacían sangrar el corazón sin motivo.
Que algún día volvería a ver a través de los cristales, y aunque todos dijeran que vivían en relaciones horizontales, todo el mundo sabe – todo el mundo – que hay mesas para café y mesas para un póker. Bancos de lectura y bancos para conversación de enamorados.

Basta para que alguien irrumpa en su lugar incorrecto para que la conexión de los x con los z se expanda, se critique, se vea disuelta, difundida, evaporada entre las lobotomías mentales de cada uno de los que habitan en sus bancos.

Bastaba una oscuridad en un semáforo, un “Adieu, monde” en cualquier calle transitable
–Tal vez demasiado viva, eso es cierto – para que las intersecciones de planos horizontales resultaran esta vez más claras:

Los x y los z, los de la mesa de póker serían predeterministas, la suerte es la suerte, el destino,
Una mala suerte duerme con nosotros cada noche, pero nosotros no lo sabemos nunca.

Los enamorados no están preparados para sentir dolor, un desvanecimiento emocional, ellos lo conocían defendiendo, angustiados, la mala vida; una negrura surrealista en su cerebro no podría acabar con la vida de Claire en un semáforo…

Así que el café de esquina se vería atosigado; los de la mesa de café estarían demasiado desanestesiados para expresar una opinión, y el humo, el olor a canela recién molida, las flores de los amantes, los soliloquios de los caminantes se harían uno: todos los planos y todas las relaciones horizontales se harían una, todos, x y z tendrían su discurso visionario de su objetividad,
Que si fue una temeraria, que si es la suerte de la vida, que si el determinismo es frustrante, que si el doctor Holmes había resultado hacer lo incorrecto,


Qué importa si cada uno vive detrás de sus cristales, Claire miraba desde el suyo a toda esa concurrencia estúpida: es cierto, ellos se mostraban preocupados – tanta angustiosidad que casi denotaba el borde de lo idiota –

Dos pares de manos hacían sombras chinescas a través de una camilla de ambulancia, sí, ellos también miraban a través de cristales,

Claire los miraba sin ver desde los suyos,

Por aquel entonces pensó que los enamorados ya habrían vuelto a su conversación sobre el Locus Amoenus, el café seguiría sabiendo… ¿cuán amargo sabía el café, ahora? Hacía tanto tiempo que no tomaba café…

En conclusión, todos seguirán girando con el mundo a través de sus cristales visionarios,
La simbiosis temporal de ambos grupos acostumbrados a una gregareidad solitaria y desnuda irrumpía en los planos visionarios de cada uno de ellos;

Esta simbiosis crecía lejos de la vidas ascéticas, y sus cristales eran incapaces de ser quebrados como quien intenta demoler un muro de piedra imposible de derruir. El muro de piedra es algo inerte y amoral, están en nosotros mismos, se esconde y fija sus pilares en el ser como si fueran raíces,
Todos sabían que para hender la primera fisura en el cristal era necesaria la unión de realidades,

El acuerdo y la verdad de ambas partes, el ofrecimiento desde afuera, de una mano amiga.

Pedazos...

….de los últimos días en los que había interrumpido su inocencia durante las nocturnidades, en uno de sus paseos se había encontrado cinco centavos en la plaza central, fue cuando hizo lo que los grandes peces gordos de La British Company habrían considerado inversión: informarse de los hechos para poder librarse posteriormente de futuros desechos…

Ella lo veía así: desde siempre hemos sido retales de un periódico a quienes nos construyen la historia, nos faltan páginas, nos enredan en la memoria, nos rasgan el futuro arrugando las hojas del presente,
Las manchas de café, las comparsas apuntadas en las esquinas, los números de teléfono importantes,
Cuántas cosas valiosas dejamos apuntadas en los márgenes de la vida que nos han dado.

Los malos ensayos, las malas letras, los anuncios por palabras, las fotografías de LPs con su funda gastada,
Artículos sobre la economía y la literatura de casquillo, las teleseries, en definitiva, el autor continuaba:

“….la vida diaria y sus deleitosos peligros; el miedo y el dolor nos mantienen vivos, que seamos leídos y escuchados, comprendidos por otros como tal, entre línea y línea, verso a verso – y esto empieza a sonar de funcionarios malpagados, pensó Claire –
Pobres becarios de la imprenta, todos ellos juntos, nos venden que cuentan sus vidas como quien talla arena… Aférrense a las líneas, que viene punto y aparte.

Hay lectores que tal vez no quieran seguir alimentando nuestras vidas, nuestra literatura barata y sucia, y nos dejarán morir frente a cualquier otro soldadito de pluma acostumbrado a lidiar en los grandes frontones de acoso y derribo…”

Claire tiró el periódico a la basura.

Segundas Vidas.

¡Como envidiaba Claire a los gatos, santo cielo!, Esas criaturas vespertinas y crepusculares, de andar ágil y mirada inteligente,
Ellos no necesitan direcciones que seguir ni caminos que andar, ellos son músicos, buenos músicos nocturnos organizados en orquestas de jazz, con platillos incluidos,
Maestro aquel que lleva la voz maullante y da la orden de hacer de una noche oscura como los abismos el más insomne infierno tortuoso.
Siempre caen de pie, Claire lo sabe, como que tienen siete vidas; ¡No los bastaba con una, como todos!

Los gatos nunca comprenderían de infiernos ni Santo Tomás de Aquinohaymás de lo que ves,
Tal vez, tal vez. Así que Claire se aventuró con Summertime en plena madrugada, Louis Armstrong seguía tocando tan bien desde hacía tanto tiempo… Pero voces vecinas, escandalosas y chillonas provenían de la habitación de al lado, un coro de quejas y críticas amorales “¿Quién es el loco que perturba la paz en el infierno de la primera vía, mujer?”. Claire empatizaba un rato, después se divertía todo bohemia.

Los golpes en las paredes de cartón siempre acaban por derribar el tocadiscos, desequilibrar la aguja y el Locus Amoenus de, ¿cuántos?,

Era entonces cuando en cada noche anhelaba aún más reencarnarse en un gato.

Del más allá.

“Vamos a pasear por el camino de la noche”; hacía tanto que no rozaba el silencio, que dormía sin poder soñar, y el sonido de las voces dulcificadas sólo habían sido los susurros musitados de cama en cama.

¡Y ahora todo era opaco, lóbrego cerrado..! Pero de todas formas… Aún se podía advertir,

Que para todo hay una segunda vez, siempre hay una segunda dirección, que todos los caminos conducen a la antigua Roma.

A veces se tiene lo que no se merece, y se desea lo que no se ama con la misma obsesión que Persifae.

En el cielo de los cuartos de hotel no habitan los silencios prolongados – no, no habitan – ni mucho menos se halla el silencio; así que la primera dirección es la eternamente errada, la que se anota aprisa, mal y a letras grandes e irregulares,

Porque el primer camino nunca existe, – no, no existe – todos nos equivocamos en la primera vez. Y en la segunda.

Así que su primera dirección siempre resultaron rodeos, no la condujo nunca a ninguna parte, Claire no supo volar, no supo rozar el silencio ni entender las sumas de la escuela dominical, para ella la ciudad de Dios seguía con Dios (y así sea), como resultaba que en misa se marchaban bendecidos, pero no con Él. Esa también era el la senda encaminada hacia ninguna parte, el primer camino, el primer borrón en la dirección equivocada,

“Toc, toc.”

Claire lo sabe, - ahora Claire sabe tantas y cuántas cosas… - la casa estaría abierta a pérfidos, traidores, execrables y aciagos de la vida.

Como el carmín, el pintalabios de una dama extendido por las mejillas, una bailarina de Cabaret en medio del Cascanueces, la sonrisa de un niño mientras fantasea con las escalas, con el Réquiem de Mozart, tal vez.

En la historia siempre habrá quienes se conciban a sí mismos en la primera dirección, hasta que disciernan la segunda vía.

A Claire Santo Tomás de Aquino le resultaba aburrido; creer en el infierno como algo tan templado,
El mundo era frío, el infierno era ahora; la gente continuaría por su primer camino,

Dicen – sólo dicen – que lo más complejo eran los primeros pasos hacia Dios, el abismo, el infierno, ahora la vida aciaga, después la muerte, después el más allá.

“La vida que no podremos vivir”,
Porque desde la oscuridad contemplativa, Claire aprendió demasiadas cosas.

Del Amor y sus Lenguajes de Periódico. (I)

A Claire le pareció desde el principio un interesante anuncio: “ Gustaría hablar en glíglico con aquel que no comprende. Que para él la tierra es tierra, la caja de Pandora es algo agotado sólo porque ya está abierto antes que todos nosotros; que el aire es aire, l’ air, la brise, ni azul ni impura; el agua como aquello que se fuga en las manos;

Ill possède des cendres entre les mains,
des mains mortes et dorées,
les mains qu'elles nourrissent et clouent,*
Y los cuadros de Chagall, su torre Eiffel y sus gatos; su ingravidez nocturna y descuidada, una luminiscencia austera y fría.

Crearía palabras, y colores, y gritos, y buscaría la lluvia bajo escombros en las calles del Montevideo, donde una niña linda, la dulce Claire, creció y vivió, y huyó del polvo y de las piedras, de la luna y las ruinas, de las noches tristes de Chagall y de todos los gatos de mirares azules en las calles, del acordeón partido en dos, y del tití haciendo sus escaramuzas.
Los repartidores de periódicos en sus bicicletas al clamor de la imprenta barata y fácil, el olor a sardinas, a sudor, la ropa tendida y vieja, y sucia después de lavar; olor a infancia triste, a infancia encandilada hacia las más tristes servidumbres de una puta.

Claire crecería, comenzaría llorar, olfatearía el aire viciado hacia lo alto de los balcones donde la gente cree dormir – pero sólo cierra los ojos una noche más al mundo hostil, a la criatura infernal que se apodera de sus plazas, sus barcas meciéndose en silencio más abajo del puerto. – y entonces, sólo entonces,


Ahogaría su fe en la bañera, y mientras, los días pasarían mojados, “que comience la lluvia, que comience el olor a sardinas y a la casa de baja alcurnia, que descienda la ira, que llueva adentro, en su camisa, en sus pórticos…”, - y por fin tierra, sangre, dolor, por fin a cosas vivas, sí, a cosas vivas – que pueda escuchar el ladrido de los perros en una cama fría, cada vez ocupada por los distintos rostros de los que ya sólo duermen, sin saber con quién.

A train de gran vitese rumbo a el piano de Charlie Parker como un perseguidor, tal vez el mismísimo Jack, laguideciente…

Que se despierte la tierra y la conciencia, que los suspiros sean algo más que la música de un tango amortiguado al fondo de las balaustradas, ponga un Munch en su vida, faire de vous un Munch Dans votre vie!

Róbenme el silencio de las páginas, el diálogo abierto, un soliloquio, quemen el teatro et Le Bastille si hace falta, ya está bien de orden y desorden,

Más triste habladuría que la de aquel escondido entre cien líneas y el lector de los cafés de esquina, diálogos callados, de tedioso aburrido a post mortem, lacrado como en los sellos, pobre hombre, ajusticiado en la palabra.


El pesimismo hace que las caídas desde los quintos pisos sean más delicadas, solo hay que saber volar, saber saltar; la vida hasta entonces se formaba como algo seguro que ya perdía su gracia, su sentido,

Así que vuela, Claire. Vuela.

Pobre Claire, muchacha, colgada en los balcones escuchando a Neruda, y a Lorca, y a Rimbaud,
En esta vida hubo de ser idiota, hubo de ser poeta,

La noche envuelve, inunda, las filosas golondrinas escapan hacia el mar, cierran los ojos.

Ella también cierra sus ojos, antes de decir su adiós, Au Revoir, Bye Bye, Tschüss, como quiera llamar su tierna eternité,

Esta vez para siempre.



(Posee cenizas entre las manos,
Manos mortecinas y doradas,
Manos que acarician y clavan
.)*

He vuelto tantas veces que no volveré a irme.

Efectivamente, he vuelto
Y vuelvo con disculpas por no tener ninguna excusa lo suficiente buena para todos aquellos que, más o menos, me siguen. No tengo perdón, así que no tengáis piedad.
después de una buena temporada de caos, viene la calma

Pero no os alegréis demasiado, sabéis que en internet no se navega, sólo se naufraga

Pronto volveré a tener otra temporada de caos, el año pasado fue muy productivo, creo que en este (ya entrados en el segundo trimestre, un poco tarde, sí) he tenido menos tiempo para estas cosas,

También deciros, he cambiado el estilo y aprovecho a trabajar con cosas nuevas, nuevos conceptos... Así que, ¡Bienvenidos al año nuevo! Aunque sean más de cuatro meses más tarde.

Sabéis que yo nunca llevo reloj... =D