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martes, 27 de abril de 2010

Lobotomías Emocionales.

Claire ya no pensaría en su Vendetta, al menos por un tiempo. Oh, sí, sus últimos días estaban resultando ofuscados por la niebla y la psique, y está bien; aquel hombre había sido un psicópata de traje y corbata a lo Holmes, con una diestra capacidad de vaciar la mente como una pipa de opio.

Claire aguardaba al socaire de la fe de un tratamiento inepto a ojos de los más eruditos ilustrados.

Una fe que Claire había empezado a perder existencialmente desde sus encuentros con Nietzsche, Albert Camus y el doctor Holmes. Porque Nietzsche la provocaba una separación de hemisferios, una aglomeración masiva de décadas ominosas precipitándose al abismo del conocimiento, todas al unísono, con el mismo sonido sordo, ahogado en el silencio y retumbante de la muerte.

Respecto a Camus, ya estaba frío bajo la tierra.

Los viajeros de un tren llegarán a su destino, los muertos acabarán paseando hacia el camino de la noche, y Claire algún día caería – algún día, sí –, junto a todos ellos, todos un mismo final y principio, circulares, perfectos según la teoría helénica,

Sólo la bastaba de un vahído emocional, la última ligera recaída – como aquella tan dulce desde los quintos pisos –, aquel dolor amortiguado entre morfinas y Levetiracetam, aquella misantropía de quien se pasa años con las narices pilladas por un libro.

Nadie puede impedir sangrar al corazón – ni siquiera ese tal “Doc - tor” –, un aneurisma emocional, una lobotomía emocional,
Una decrépita maldad escondida ahí dentro, un plan de vendetta trazado sin escuadra.

Sí, aquel parecía un tipo recto y cuadriculado capaz de crear aneurismas ventriculares, capaz de dejar la psique a cuadros.

Sí, Claire estaba adolecida y débil. Al menos eso la dijeron.

Algún día despertaría. Y aquella frase, día a día resultaba ser el peor de los aneurismas, hacían sangrar el corazón sin motivo.
Que algún día volvería a ver a través de los cristales, y aunque todos dijeran que vivían en relaciones horizontales, todo el mundo sabe – todo el mundo – que hay mesas para café y mesas para un póker. Bancos de lectura y bancos para conversación de enamorados.

Basta para que alguien irrumpa en su lugar incorrecto para que la conexión de los x con los z se expanda, se critique, se vea disuelta, difundida, evaporada entre las lobotomías mentales de cada uno de los que habitan en sus bancos.

Bastaba una oscuridad en un semáforo, un “Adieu, monde” en cualquier calle transitable
–Tal vez demasiado viva, eso es cierto – para que las intersecciones de planos horizontales resultaran esta vez más claras:

Los x y los z, los de la mesa de póker serían predeterministas, la suerte es la suerte, el destino,
Una mala suerte duerme con nosotros cada noche, pero nosotros no lo sabemos nunca.

Los enamorados no están preparados para sentir dolor, un desvanecimiento emocional, ellos lo conocían defendiendo, angustiados, la mala vida; una negrura surrealista en su cerebro no podría acabar con la vida de Claire en un semáforo…

Así que el café de esquina se vería atosigado; los de la mesa de café estarían demasiado desanestesiados para expresar una opinión, y el humo, el olor a canela recién molida, las flores de los amantes, los soliloquios de los caminantes se harían uno: todos los planos y todas las relaciones horizontales se harían una, todos, x y z tendrían su discurso visionario de su objetividad,
Que si fue una temeraria, que si es la suerte de la vida, que si el determinismo es frustrante, que si el doctor Holmes había resultado hacer lo incorrecto,


Qué importa si cada uno vive detrás de sus cristales, Claire miraba desde el suyo a toda esa concurrencia estúpida: es cierto, ellos se mostraban preocupados – tanta angustiosidad que casi denotaba el borde de lo idiota –

Dos pares de manos hacían sombras chinescas a través de una camilla de ambulancia, sí, ellos también miraban a través de cristales,

Claire los miraba sin ver desde los suyos,

Por aquel entonces pensó que los enamorados ya habrían vuelto a su conversación sobre el Locus Amoenus, el café seguiría sabiendo… ¿cuán amargo sabía el café, ahora? Hacía tanto tiempo que no tomaba café…

En conclusión, todos seguirán girando con el mundo a través de sus cristales visionarios,
La simbiosis temporal de ambos grupos acostumbrados a una gregareidad solitaria y desnuda irrumpía en los planos visionarios de cada uno de ellos;

Esta simbiosis crecía lejos de la vidas ascéticas, y sus cristales eran incapaces de ser quebrados como quien intenta demoler un muro de piedra imposible de derruir. El muro de piedra es algo inerte y amoral, están en nosotros mismos, se esconde y fija sus pilares en el ser como si fueran raíces,
Todos sabían que para hender la primera fisura en el cristal era necesaria la unión de realidades,

El acuerdo y la verdad de ambas partes, el ofrecimiento desde afuera, de una mano amiga.

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